domingo, 15 de noviembre de 2009

Martínez Camino.

El Gobierno del PSOE, tal como nos tiene acostumbrados, no tolera la más mínima crítica a su gestión. Lo peor es, cuando ésta se produce por parte de la Iglesia Católica, la ignorancia que demuestran y la demagogia que destilan en sus reacciones.

Los obispos, como cualquier otro ciudadano o institución, tienen perfecto derecho a opinar sobre asuntos públicos. Y más cuando éstos afectan a la moral, ya que tienen el deber de orientar a sus fieles en asuntos que afecten o puedan afectar a la moral cristiana.

Las palabras de Martínez Camino sobre el aborto no hacen sino corroborar una doctrina mantenida por la Iglesia a lo largo de los siglos en defensa del derecho a la vida. Y, yendo dirigidas a los fieles que se declaran a sí mismos católicos, nadie fuera de esta institución tiene por qué sentirse interpelado. La Iglesia Católica es una institución que se rige por sus propias normas, por más que a los socialistas les moleste que no lo haga con las suyas –únicas verdaderas e infalibles, por lo visto, y que no admiten opiniones en contra-.

Por tanto, si un fiel que se declara católico incurre en pecado público (como ocurriría en el caso de que, teniendo responsabilidades políticas, entregara su voto a favor del aborto) la Iglesia estaría perfectamente legitimada para aplicar sus propias disposiciones en materia de Sacramentos o de cualquier otra índole.

Cada día que pasa se respiran más aires de totalitarismo y “pensamiento único”.

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