lunes, 26 de abril de 2010

BOOK

A todos mis amigos y conocidos que han tenido el honor de ser adoctrinados por el nunca suficientemente ponderado Bachillerato LOGSE.

Va por ellos.



miércoles, 21 de abril de 2010

MATT vs. NACIONALISTAS

Yo, me sincero, veo este video; observo a la gente; miro a los niños; me maravillo de los paisajes; bailo con todos... y se me cura cualquier pretensión nacionalista.

¿Qué opináis?








Ciclo de Vida

La misma corriente de vida que corre por mis venas noche y día, pasa por el mundo y en los bailes rítmicos.

Es la misma vida que se dispara a través de alegría, en el polvo de la tierra y en las innumerables hojas de hierba y se rompe en tumultuosas olas de hojas y flores.

Es la misma vida que se sacude en el origen del nacimiento y de la muerte. El movimiento de mis piernas lo provocan el glorioso toque de este mundo de la vida. Y mi orgullo por vivir está bailando en mi sangre en este momento.

martes, 20 de abril de 2010

El Observatorio de la Ira Laicista (Carlos Herrera)

Tomo prestado de mi buen amigo Carlos Herrera el siguiente artículo.
Espero que os guste (y que os haga reflexionar sobre lo que estamos / están haciendo).


Fantástico. Un organismo pomposamente autotitulado `Observatorio de la Laicidad´ proclamó hace unos días la inconveniencia de que en las procesiones de Semana Santa se interprete el himno nacional a la salida o entrada de las cofradías de sus templos y, asimismo, lo indebido de que en dichos desfiles procesionales participen miembros de las Fuerzas Armadas o de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Ya sé que se ha escrito largamente de este asunto en los días que median entre el Domingo de Resurrección y hoy, pero no me resisto. Los argumentos de estos sandios son de peso: el himno es de todos y los funcionarios deben evitar participar en ejercicio religioso alguno. Esta nueva Inquisición que en forma de laicismo quieren instaurar algunos sujetos va a llevar a que ni siquiera los alcaldes presidan procesión alguna. Lo que invita a pensar que lo que de verdad quieren decir –pero no se atreven– es que deberían prohibirse nazarenos, penitentes, Vírgenes bajo Palio y Misterios con Cristo andando libremente por la calle.

Por partes. El himno es de todos, y en ello es fácil que nos pongamos de acuerdo; razón por la cual yo lo pongo en mi casa cuando me dé la gana, y si lo quiero interpretar cuando mi Cofradía sale a la abarrotada calle por miles de personas, lo hago. Y no tengo que pedirle permiso a ningún observatorio de tontos. Los policías y guardias civiles que escoltan pasos lo hacen por ser devotos de esas hermandades, de forma voluntaria y en sus horas libres. Sólo faltaría que tuvieran que pedirle permiso a los profesionales de la ira laicista. Los alcaldes que toman la vara representan a la ciudad en un cortejo al que asiste la suficiente ciudadanía como para que su presencia sea exigible. Menudo disgusto le darían a algunos alcaldes del PSOE si les prohibieran vestirse el chaqué en diversas cofradías. Más: el Observatorio de la Pataleta Laicista se queja amargamente de que se concedan indultos todos los años por mediación de alguna hermandad, siendo el más conocido el que promueve Jesús el Rico en Málaga. Pues que se lo pregunten al indultado, que suele ser siempre un preso con condena menor y que a buen seguro estará encantado de que los laicistas lo quieran de por vida en prisión.

Nadie está obligado a que le gusten los actos religiosos y procesionales de Semana Santa. Conozco a no pocos sevillanos, sin ir más lejos, que huyen despavoridos a la playa, pero no conozco a muchos que pretendan prohibir a los demás que durante una semana se viva una tradición en la que se mezcla –de forma particular y en proporciones personales– la fe, el amor por las costumbres, la admiración por obras artísticas de primer orden o, sencillamente, el gusto por la calle. Son los mismos que no objetan nada cuando el carnaval toma el barrio –sin que les tenga por qué gustar un disfraz– o que no se quejan por la algarabía del Día del Orgullo Gay. Puestos a objetar, no comprendo la tardanza de estos bobos en lamentar la cabalgata de los Reyes Magos o los nacimientos que los ayuntamientos colocan en Navidad a la puerta de sus edificios. Ni entiendo cómo aún no han exigido formalmente que las fiestas de Zaragoza no sean en honor de la Virgen del Pilar, ni las de Barcelona sean por la Mercè ni las de Pamplona por San Fermín. Seguro que los corredores que le cantan al santo en la cuesta de Santo Domingo estarán encantados cuando esta alegre muchachada les llame la atención.

Cada día se hace más cierto que en España no cabe un tonto más. Como surjan cuatro o cinco más, se caen al agua. Estos pavos que, presos de un ferviente odio anticatólico no tienen reparos en hacer el ridículo y en mostrar un curioso envés totalitario propio de los peores comisariados, deben de estar hondamente contrariados por el hecho de que millones de personas hayan salido a las calles esta Semana Santa a acompañar a sus imágenes o a contemplar la belleza de una cofradía de su preferencia. Comprendo que ello los lleve a no poder sujetar su tic intolerante y a proclamar bobadas con la boca llena. Qué le vamos a hacer.

martes, 6 de abril de 2010

AUSCHWITZ EN CADA UTERO

La actitud del Rey, que ha sancionado la Ley del Aborto, era de esperar. También era previsible todo lo demás: la chulería de José Bono, anunciando que buscará a otro sacerdote para que le de la Comunión, la asquerosa y débil respuesta de Rajoy, pasándole la pelota al “prestigiosísimo” Tribunal Constitucional. Un Tribunal que tiene una Presidenta que fue abroncada en plena calle cuando aquel desfile de las Fuerzas Armadas y que lleva cinco años sin sacar sentencia sobre el matrimonio homosexual o sobre el Estatuto, o sobre lo que sea. Claro que sí, ese Tribunal defenderá a los inocentes, por supuesto, Mariano. Todo esto me recuerda a aquella escena que relata Chaim Aron Kaplan en ese cegador libro sobre el Guetto que es Diario de Varsovia:

Un rabino de Lodz fue obligado a escupir sobre un rollo de la Tora que estaba en la sagrada Arca. Temiendo por su vida, obedeció y profanó lo que es sagrado para él y para su pueblo. Al poco rato, dejó de tener saliva, su boca estaba seca. A la pregunta de los nazis de porqué había dejado de escupir, el rabino repuso que su boca estaba seca. Entonces “el hijo de la raza superior” comenzó a escupir en la boca del rabino, y éste siguió escupiendo en la Torá.

El miedo, su cobardía rastrera, a perder la supuesta dignidad que les da su puesto, les hace escupir una y otra vez no sobre sus convicciones católicas. Eso a mi me trae al fresco. Escupen sobre los más inocentes, sobre la Humanidad más sagrada, y cuando ya no tienen más saliva, abren la boca para que les vuelvan a llenar su boca, ese depósito de babas de lamelibranquio, con la leche negra de la que hablaba Paul Celan en su Fuga de la Muerte. Todos escupen. Unos por lo menos tienen imaginación para fermentar el pus del Mal en sus mentes podridas. Otros sólo ponen la boca para llenarse de la bilis de pus y odio que ni siquiera ellos han podido producir. Cobardes. Todos huyen. A los que apoyamos la vida ZP nos llama hipócritas. Ese que iba con el cinturón de Hermes puesto en los vaqueros, el representante máximo de esa izquierda libidinosa, amante del lujo, que se arrima a Emilio Botín y se pasea en coche blindado por los cinturones rojos de las ciudades cuando suena la campana de las elecciones. Escúpanos más, por favor. Más. Son cómplices del asesinato de unos hijos cuya único delito consiste en que sus padres han existido antes que ellos. Su delito ha sido ser hijos.

Malditos. Caiga su sangre sobre vuestras cabezas.

Cuando era más joven, llegó un momento en que el tema “aborto” hizo que gente cercana me diera la espalda. El tema se convirtió en tabú. Trataba de explicar que el Mal estaba ahí fuera, y que se estaba extendiendo. Me movilicé muchas veces. La gente, y yo mismo llegó a un punto en que no podía soportar esa angustia. Y al final sobrevino el silencio. Eramos gente normal, que no podía concebir que se transformaran en productos cosméticos restos de embriones a sólo unos kilómetros de nuestras casas. Y eso es exactamente lo que estaba ocurriendo. Nos pasaba como a los judíos: no podían concebir que esos hornos crematorios existieran en el centro de civilización. Y eso es exactamente lo que estaba ocurriendo. Después llegó ZP, esa Madonna cutre del socialismo decadente de principios del siglo XXI, y trajo a Bernat Soria, otro infame, que cambió la ley, para que no se consideraran restos humanos a los fetos abortados. Ahora ya los despiden en bolsas de basura negra a beneficio de inventario. Como decía el gran Blaise Pascal, por conservar y acariciar la bestia del Poder han acabado por lamer la Tierra trufada con los restos humanos de sus víctimas.

Farsantes. Asesinos.

La segunda mitad del siglo XX
proclamó la bandera de la paz y de la vida :
la vida de Mick Jagger,
la vida de Alí Agca, la de Charles
Manson, la de Bokassa,
la de José Rodríguez, son sagradas ;
la vida de las focas y de las sequoias
y hasta la vida de los vietnamitas
son sagradas, etcétera...

Muy bien, señores, pero
mientras el Universo se llenaba
de palomitas rosas, mientras todos ustedes
hacían el amor y no la guerra,
en cada útero un Auschwitz, un Dachau, un Stalin,
un Führer, un Vietnam, un Paracuellos,
un negro y fiero y ciego bombardeo.
Todo legal, no sufra, todo a cargo
de la Seguridad Social, naturalmente.

Cinco, veinte, sesenta millones, ochocientos
millones de personas -Dios lleva cuenta exacta-
asfixiadas, quemadas, trituradas
(con absoluta higiene y música ambiental
para que nadie diga).
Yo he escuchado sus llantos diminutos,
he visto sus milímetros de espanto,
sus deditos de leche desvalida
moviéndose en el cubo funerario.
Yo levanto estos versos como un volcán de rabia
y grito a las estrellas
que el mayor genocidio de este planeta fue
la segunda mitad del siglo XX.

Miguel D’Ors
Lecciones de historia
Después, tras una denuncia de la televisión danesa e inglesa, Forum Libertas denunció al Dr. Morín, un médico peruano que defraudaba a Hacienda masivamente, que era seropositivo, que usaba a señoras de la limpieza para “operar” a chicas menores de edad, que hacía abortos de más de seis meses. Se llevó a la Fiscalía. Ningún fiscal “quería comerse el marrón”. Tras seis meses de insistir, al final, las cosas llegaron al juzgado. Y llegó otra vez la audacia de esa hiena disfrazada de Prada, María Teresa Fernández de la Vega, adoradora de la buena mesa, el lujo, con más fondo de armario que Imelda Marcos y más zapatos de tacón que Diana de Gales, y se movilizó para incrementar la facturación de las clínicas, esas checas modernas donde se trocea a los de nuestra especie. Cambió la ley con la ayuda de esa becaria inane llamada Aído, amenazó a la policía que ha bía hecho el informe -al que Rubalcaba le ha abierto un expediente-, y aquí no ha pasado nada. Y los médicos no hicisteis nada. Y los jueces, fiscales, no hicistéis nada. Y la gente con hijos, no hicimos nada.

Malditos seamos todos. Caiga su sangre sobre nuestras cabezas.

Y como colofón, han aprobado la ley más brutal de Europa. En España va a ser posible asesinar a niños concebidos hasta justo antes del parto (y ya puestos después). Con esta nueva ley recién aprobada entre carcajadas de ministras que se oxigenan el pelo con mechas, las fábricas de la muerte han acelerado la cadena de producción. Y todos han asentido, han colaborado. Me pasa como a Elie Wiesel, un superviviente de Auschwitz, cuando dice que a pesar de dedicar toda su vida a comprender ese mal absoluto, “sigo sin entenderlo”.

Hannah Arendt llamó a Auschwitz el Mal Radical, porque ni siquiera a las víctimas se les permitía la muerte. Los cadáveres se fabricaban, se producían en cadena (am laufendem Band). En Auschwitz no se moría, se fabricaba la muerte. Se era parte de un proceso. No eras nadie, ni nada. Eran parte de un proceso. Los cadáveres eran “figuren” (figuras), como bien recuerda Primo Levi. Se les robaba el derecho a una muerte personal, donde el nombre queda grabado en una lápida y en las vidas de los que te quieren, donde tienes tiempo para prepararte a tu muerte particular, única e irreemplazable. Morir en serie es querer eliminar tu condición humana.

Y eso es lo que habéis hecho con más saña aún: afilar las cuchillas de las trituradoras, acelerar las cintas de producción (am laufendem Band), darle a tope a la máquina para que ahogue el grito de vuestras miserables conciencias.

Malditos seáis.

En Un Mundo Feliz de Aldoux Husley, se organiza todo para que la población sea de 2.000 millones de personas. Y sólo se admiten 10.000 nombres. Sólo 10.000 nombres. Con el aborto se les niega incluso el nombre a esas personas concebidas. Se borran los nombres. No son nombradas y sus apellidos, son amputados en la trituradora. Es el cese de toda intimidad humana, su extirpación es nuestro suicidio. Freud dijo que para crecer, el niño tenía que matar al padre, y con el pansexualismo neurótico de Freud hemos hecho lo contrario: hemos matado a nuestros hijos para robarles el futuro de su tiempo, para apropiarnos de sus vidas como vampiros.

Que Dios nos perdone.

Debemos de recordar lo que ha pasado. Cada vida es un comienzo absoluto. Los hombres no han nacido para morir , sino para hacer algo nuevo. Y para eso debemos de comprender, para poder actuar. Hay que comprender la historia del aborto, y recordar que surgió a mitad de los sesenta, porque el Gobernador de Nueva York, un tal Nelson Rockefeller, vetó una ley, y abrió la puerta al aborto libre en el Estado de Nueva York. Rockefeller, ese sindicalista de toda la vida, hombre ¿les suena la Trilateral? ¿el grupo Bildenberg? Quien creen que donó los fondos para que esa racista Margaret Sanger pudiera comenzar sus campañas para promover el aborto en Nueva York en la década de los 20? Pues el abuelo del susodicho, Mr. John D. Rockefeller, aquel entusiasta de "la supervivencia de los más aptos." Después, con la sentencia que liberalizaba la pornografía, y finalmente la sentencia Roe vs Wade, se legalizó el aborto. En Francia, fue Giscard quien cortó la cinta del matadero. Y así sucesivamente. El aborto, es un gran invento capitalista. Los adoquines que se lanzaban a los policías en Mayo del 68, acabaron en nada. Esa muchedumbre cobarde de niños pijos bien, que querían cambiar el mundo, se encerraron en sus casas para consumir pornografía y apedrear los vientres de sus parejas cuando estos amenazaban con dar fruto. En eso quedó la lucha de clases: en robarle la vida a los más débiles. Corporación Dermoestética nos agradecerá nuestra obsesión por el vientre plano.


Pido perdón a todos esos asesinados porque miramos a otro lado, porque mientras hacíamos la colada, ibamos al cine o le dábamos de merendar a nuestros hijos, la sangre de los inocentes corría por nuestras calles. A partir de ahora será un torrente negro. Que Dios nos perdone, para volver a comenzar, aunque no nos lo merezcamos. Que sus cenizas hagan arder el cielo, para que quede expuesto a la luz la enormidad del crimen, para que termine este suicida Holocausto de inocentes.
(Con mi sincero agradecimiento a Claudio).